Maestros venezolanos convirtieron sus hogares en centros educativos
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Maestros venezolanos convirtieron sus hogares en centros educativos
Maestros venezolanos convirtieron sus hogares en centros educativos
08.09.2021
La pandemia del coronavirus ha desencadenado nuevas formas de aprendizaje, como la educación digital. El aprendizaje en línea, relacionado con la “nueva normalidad”, ofrece una forma distinta de impartir lecciones a los estudiantes.
Los profesores tienen la posibilidad de usar herramientas interactivas como videos, PDF y podcasts, más allá de los tradicionales libros de texto. Sin embargo, algunos estudiantes presentan desafíos con esta modalidad virtual porque no todos disponen de dispositivos tecnológicos, como computadoras, laptops, tablets o celulares.
Otra desventaja de estudiar en línea es que requiere una buena conexión a internet. Sin una conexión constante puede haber una falta de continuidad en el aprendizaje. Según un estudio desarrollado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2020, cerca del 18 % de los estudiantes latinoamericanos de 15 años que provienen de contextos socioeconómicos desfavorecidos carecen de conexión a internet en casa.
En Venezuela, alrededor del 63 % de los ciudadanos no tiene acceso a internet. Una realidad problemática que impide el desenvolvimiento adecuado de la educación en línea, principalmente entre las poblaciones más vulnerables como Petare, una de las barriadas más pobres del país.
Debido a que la interacción personal y el espacio de cooperación presencial continúan siendo elementos insuperables del aprendizaje, un grupo de maestros preocupados por la educación de los niños de Petare abrieron las puertas de sus viviendas para impartir clases durante la crisis sanitaria.
Cerca de 153 niños de la comunidad se ven beneficiados por las clases impartidas en 14 hogares habilitados como centros de reforzamiento pedagógico. Los maestros no tienen límite de edad para atender a los estudiantes, quienes reciben lecciones recreativas.
La iniciativa comenzó a raíz del cierre de centros educativos establecido como medida para evitar la propagación del virus. Sin embargo, la educación en línea sacó a flote una serie de dificultades relacionadas con los fallos eléctricos, la lentitud en la velocidad de internet, no contar con recursos tecnológicos, la ausencia de profesionales educativos, entre otros.
El Gobierno también decidió impartir clases a través de programas de televisión dirigidos a los menores que cursan los primeros años de educación básica, pero los padres aseguraron que los episodios eran repetidos y no estaban de acuerdo con el método de enseñanza.
El pago a los maestros
Debido a la crisis económica y política que atraviesa Venezuela (considerado como el país más pobre de América) la tasa salarial de los profesores ronda los 2,5 dólares, un monto que no alcanza para costear gastos y servicios básicos.
Y en las comunidades más desfavorecidas, los padres no cuentan con los medios para renovar el material básico escolar de los niños. Por ello, en Petare las maestras reciben algún tipo de alimento como pago salarial. “Es muy poco lo que me dan, pero es una colaboración”, comentó Jasmín Castro, licenciada en educación inicial, quien además habilitó su vivienda para brindar clases presenciales.
08.09.2021
Foto Pixabay Photo Service/StockSnap
La pandemia del coronavirus ha desencadenado nuevas formas de aprendizaje, como la educación digital. El aprendizaje en línea, relacionado con la “nueva normalidad”, ofrece una forma distinta de impartir lecciones a los estudiantes.
Los profesores tienen la posibilidad de usar herramientas interactivas como videos, PDF y podcasts, más allá de los tradicionales libros de texto. Sin embargo, algunos estudiantes presentan desafíos con esta modalidad virtual porque no todos disponen de dispositivos tecnológicos, como computadoras, laptops, tablets o celulares.
Otra desventaja de estudiar en línea es que requiere una buena conexión a internet. Sin una conexión constante puede haber una falta de continuidad en el aprendizaje. Según un estudio desarrollado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2020, cerca del 18 % de los estudiantes latinoamericanos de 15 años que provienen de contextos socioeconómicos desfavorecidos carecen de conexión a internet en casa.
En Venezuela, alrededor del 63 % de los ciudadanos no tiene acceso a internet. Una realidad problemática que impide el desenvolvimiento adecuado de la educación en línea, principalmente entre las poblaciones más vulnerables como Petare, una de las barriadas más pobres del país.
Debido a que la interacción personal y el espacio de cooperación presencial continúan siendo elementos insuperables del aprendizaje, un grupo de maestros preocupados por la educación de los niños de Petare abrieron las puertas de sus viviendas para impartir clases durante la crisis sanitaria.
Cerca de 153 niños de la comunidad se ven beneficiados por las clases impartidas en 14 hogares habilitados como centros de reforzamiento pedagógico. Los maestros no tienen límite de edad para atender a los estudiantes, quienes reciben lecciones recreativas.
La iniciativa comenzó a raíz del cierre de centros educativos establecido como medida para evitar la propagación del virus. Sin embargo, la educación en línea sacó a flote una serie de dificultades relacionadas con los fallos eléctricos, la lentitud en la velocidad de internet, no contar con recursos tecnológicos, la ausencia de profesionales educativos, entre otros.
El Gobierno también decidió impartir clases a través de programas de televisión dirigidos a los menores que cursan los primeros años de educación básica, pero los padres aseguraron que los episodios eran repetidos y no estaban de acuerdo con el método de enseñanza.
El pago a los maestros
Debido a la crisis económica y política que atraviesa Venezuela (considerado como el país más pobre de América) la tasa salarial de los profesores ronda los 2,5 dólares, un monto que no alcanza para costear gastos y servicios básicos.
Y en las comunidades más desfavorecidas, los padres no cuentan con los medios para renovar el material básico escolar de los niños. Por ello, en Petare las maestras reciben algún tipo de alimento como pago salarial. “Es muy poco lo que me dan, pero es una colaboración”, comentó Jasmín Castro, licenciada en educación inicial, quien además habilitó su vivienda para brindar clases presenciales.
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