La burguesía venezolana se lava las manos con la falacia de la "apolítica"
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La burguesía venezolana se lava las manos con la falacia de la "apolítica"
La burguesía venezolana se lava las manos con la falacia de la "apolítica"
Foto ©revistavenezolana.com
AVN |.- Inconfesable y recurrente. Hacer política se ha vuelto el "placer culpable" de la burguesía empresarial venezolana. Sin embargo, cuando son descubiertos recurren a la absoluta negación. O se justifican diciendo que lo suyo es ser empresario pero jamás "político", en un viejo intento de separar la política de la economía.
En 2009, como en tantas ocasiones, el comandante Hugo Chávez ya advertía sobre la supuesta separación -vendida durante años de discurso neoliberal- entre la política y la economía: "Esa es una de las grandes degeneraciones del capitalismo (...) Eso es como si alguien pretendiera quitarle el oxígeno al agua y decir que eso sigue siento agua".
La demostración más reciente de ese fenómeno son las recientes declaraciones de Lorenzo Mendoza, dueño de la monopólica empresa Polar, después que se revelaran sus conversaciones con el economista Ricardo Hausman, ex ministro de Carlos Andrés Pérez.
"Rechazo contundentemente los intentos de manipular a la opinión pública con la clara intención de querer utilizarme en la política venezolana", reza el comunicado de Mendoza para plantarse frente al audio que lo vincula en un plan para hipotecar al país a capital privado y entregar la economía a las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Esa "urticaria" en el ámbito público no es nueva. El dueño de Polar ha preferido mantener su figura de "outsider" de la política después del fracaso del golpe de Estado de 2002 contra el Presidente Hugo Chávez, cuando involucró a su empresa abiertamente al sabotaje económico.
"Como empresario, mi trabajo ha sido siempre contribuir con el desarrollo integral de Venezuela y los venezolanos", continúa Mendoza en el comunicado, en el incoloro lenguaje de la Escuela de Administración Sloan del MIT, de donde egresó en 1993 antes de encargarse de la tercera fortuna más grande del país, apenas superada hoy por las de Gustavo Cisneros y el banquero Juan Carlos Escotet.
Pero en el audio divulgado el miércoles pasado, fuera del foco de las cámaras y sin el corset de la corrección discursiva, Mendoza le declaraba a Hausmann que estaba en "guerra" y admitía, sin eufemismos, que respaldaría cualquier iniciativa que implicara el retorno de la política neoliberal del FMI, tal como lo hizo en los años de CAP y Rafael Caldera.
"Lo que me estás diciendo es el ABC de lo que nos va a tocar y las únicas personas que están en capacidad para entender eso, y para poder procesarlo, eres tú y tu grupo, y algunos aliados que tú puedas tener cerca de donde tú estás", Mendoza a Hausmann, cuando éste le recomendó las mismas recetas económicas que causaron el colapso de Venezuela a finales del siglo XX pero llenaron las arcas de Polar.
"Yo creo en este momento y creo que los plazos están más o menos bien. En este momento, nosotros estamos con el talento y la capacidad de hacer un plan de ajustes para Venezuela", le aseguró Hausmann a Mendoza. Sin embargo, la política económica de un país la definen los gobiernos y en la actualidad ni el ex ministro de CAP ni el dueño de Polar ocupan puestos en el gabinete del Presidente Maduro.
La veracidad del audio no fue rebatida por Mendoza pero la intención de su conversación, sí. El dueño de Polar negó que intentara presionar para un cambio político y económico, y en cambio, aseguró: "regularmente converso con economistas de distintas tendencias y puntos de vista, que se encuentran trabajando tanto en Venezuela como en el exterior, para conocer sus opiniones sobre la situación económica del país e intercambiar planteamientos que aporten soluciones".
El comandante Chávez, en recurrentes discursos, alertaba sobre la costumbre tecnócrata de hablar de "una economía o de un modelo económico que esté desarraigado, descontextualizado de los político y social", como salida para ubicarse en un falso lindero neutral. La realidad, como revela el audio, es que esos mismos factores pugnan por inmiscuirse en los asuntos de Estado para ejercer presiones que beneficien sus intereses.
En Venezuela, el pasado reciente es esclarecedor. El golpe de Estado de 2002 contra Chávez dejó -por tres días- a un empresario como sucesor ilegítimo; en 2003, las patronales impulsaron el sabotaje político y económico en el país; en 2010, varios de los diputados de la oposición fueron las caras de organizaciones empresariales como Fedecámaras; y actualmente son sectores vinculados con la burguesía los señalados de generar una guerra económica para derrocar al presidente Maduro.
El ocaso de la influencia empresarial venezolana en el gobierno, durante la Revolución Bolivariana, es evidente si se contrasta con el gran poder de decisión que tuvieron, por ejemplo, durante las dos administración inmediatamente anteriores.
Con el "Gran Viraje", los "Chicago boys" asesoraron la política neoliberal de Carlos Andrés Pérez hasta su caída en 1993 por corrupción, mientras que las camarillas de la CTV Y Fedecámaras tutelaron una Ley de Trabajo que robó a la clase obrera el carácter retroactivo de las prestaciones sociales durante la gestión de Rafael Caldera mediante la "Agenda Venezuela", reivindicaciones que sólo fueron devueltas por Chávez.
Fuente: AVN
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Foto ©revistavenezolana.com
AVN |.- Inconfesable y recurrente. Hacer política se ha vuelto el "placer culpable" de la burguesía empresarial venezolana. Sin embargo, cuando son descubiertos recurren a la absoluta negación. O se justifican diciendo que lo suyo es ser empresario pero jamás "político", en un viejo intento de separar la política de la economía.
En 2009, como en tantas ocasiones, el comandante Hugo Chávez ya advertía sobre la supuesta separación -vendida durante años de discurso neoliberal- entre la política y la economía: "Esa es una de las grandes degeneraciones del capitalismo (...) Eso es como si alguien pretendiera quitarle el oxígeno al agua y decir que eso sigue siento agua".
La demostración más reciente de ese fenómeno son las recientes declaraciones de Lorenzo Mendoza, dueño de la monopólica empresa Polar, después que se revelaran sus conversaciones con el economista Ricardo Hausman, ex ministro de Carlos Andrés Pérez.
"Rechazo contundentemente los intentos de manipular a la opinión pública con la clara intención de querer utilizarme en la política venezolana", reza el comunicado de Mendoza para plantarse frente al audio que lo vincula en un plan para hipotecar al país a capital privado y entregar la economía a las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Esa "urticaria" en el ámbito público no es nueva. El dueño de Polar ha preferido mantener su figura de "outsider" de la política después del fracaso del golpe de Estado de 2002 contra el Presidente Hugo Chávez, cuando involucró a su empresa abiertamente al sabotaje económico.
"Como empresario, mi trabajo ha sido siempre contribuir con el desarrollo integral de Venezuela y los venezolanos", continúa Mendoza en el comunicado, en el incoloro lenguaje de la Escuela de Administración Sloan del MIT, de donde egresó en 1993 antes de encargarse de la tercera fortuna más grande del país, apenas superada hoy por las de Gustavo Cisneros y el banquero Juan Carlos Escotet.
Pero en el audio divulgado el miércoles pasado, fuera del foco de las cámaras y sin el corset de la corrección discursiva, Mendoza le declaraba a Hausmann que estaba en "guerra" y admitía, sin eufemismos, que respaldaría cualquier iniciativa que implicara el retorno de la política neoliberal del FMI, tal como lo hizo en los años de CAP y Rafael Caldera.
"Lo que me estás diciendo es el ABC de lo que nos va a tocar y las únicas personas que están en capacidad para entender eso, y para poder procesarlo, eres tú y tu grupo, y algunos aliados que tú puedas tener cerca de donde tú estás", Mendoza a Hausmann, cuando éste le recomendó las mismas recetas económicas que causaron el colapso de Venezuela a finales del siglo XX pero llenaron las arcas de Polar.
"Yo creo en este momento y creo que los plazos están más o menos bien. En este momento, nosotros estamos con el talento y la capacidad de hacer un plan de ajustes para Venezuela", le aseguró Hausmann a Mendoza. Sin embargo, la política económica de un país la definen los gobiernos y en la actualidad ni el ex ministro de CAP ni el dueño de Polar ocupan puestos en el gabinete del Presidente Maduro.
La veracidad del audio no fue rebatida por Mendoza pero la intención de su conversación, sí. El dueño de Polar negó que intentara presionar para un cambio político y económico, y en cambio, aseguró: "regularmente converso con economistas de distintas tendencias y puntos de vista, que se encuentran trabajando tanto en Venezuela como en el exterior, para conocer sus opiniones sobre la situación económica del país e intercambiar planteamientos que aporten soluciones".
El comandante Chávez, en recurrentes discursos, alertaba sobre la costumbre tecnócrata de hablar de "una economía o de un modelo económico que esté desarraigado, descontextualizado de los político y social", como salida para ubicarse en un falso lindero neutral. La realidad, como revela el audio, es que esos mismos factores pugnan por inmiscuirse en los asuntos de Estado para ejercer presiones que beneficien sus intereses.
En Venezuela, el pasado reciente es esclarecedor. El golpe de Estado de 2002 contra Chávez dejó -por tres días- a un empresario como sucesor ilegítimo; en 2003, las patronales impulsaron el sabotaje político y económico en el país; en 2010, varios de los diputados de la oposición fueron las caras de organizaciones empresariales como Fedecámaras; y actualmente son sectores vinculados con la burguesía los señalados de generar una guerra económica para derrocar al presidente Maduro.
El ocaso de la influencia empresarial venezolana en el gobierno, durante la Revolución Bolivariana, es evidente si se contrasta con el gran poder de decisión que tuvieron, por ejemplo, durante las dos administración inmediatamente anteriores.
Con el "Gran Viraje", los "Chicago boys" asesoraron la política neoliberal de Carlos Andrés Pérez hasta su caída en 1993 por corrupción, mientras que las camarillas de la CTV Y Fedecámaras tutelaron una Ley de Trabajo que robó a la clase obrera el carácter retroactivo de las prestaciones sociales durante la gestión de Rafael Caldera mediante la "Agenda Venezuela", reivindicaciones que sólo fueron devueltas por Chávez.
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Fuente: AVN
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