En Venezuela dos hermanas se reencuentran luego de 63 años
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En Venezuela dos hermanas se reencuentran luego de 63 años
En Venezuela dos hermanas se reencuentran luego de 63 años
“Nunca perdí la esperanza de encontrar a mi hermana”
Maracaibo.- Las hermanas Ana Digna y Ana Mercedes Vásquez Zambrano se miraron a los ojos y en un abrazo borraron la distancia de 63 años que marcó sus vidas para siempre.
—¡Ya llegué! —exclamó Ana Mercedes con los brazos extendidos y una sonrisa. Abrazaba así a su hermana Ana Digna frente a familiares, amigos y viajeros en las puertas de salida del aeropuerto La Chinita, tras desembarcar, el pasado viernes en la noche, de un avión que la trajo en vuelo directo desde Caracas. Y las lágrimas corrieron por las mejillas de ambas en medio del júbilo de volverse a abrazar como lo hacían en la infancia, cuando, con cinco y ocho años respectivamente, jugaban con las muñecas en Táriba, una fértil zona agrícola del estado Táchira, donde su padres, Felicia Zambrano y José Rosendo Vásquez construyeron su hogar.
Tras dos años de intensa búsqueda en Google, Ender Romay, el mayor de los hijos de Ana Digna, hizo posible el reencuentro en 2011, luego que el padre de las hermanitas de Táriba dejara a Ana Mercedes bajo el cuidado de sus tías y se marchara a Colombia con Ana Digna y otra esposa en 1948.
Las tías paternas formaron una nueva vida a Caracas junto con Ana Mercedes y en la capital venezolana creció como huérfana, añorando volver a sentir el calor de sus padres y reencontrarse con su hermana.
“Lo más grande de todo esto es que a los 67 años he podido conseguir las respuestas que yo buscaba —reflexionó con los ojos húmedos, tomada del brazo con Ana Digna—. Siempre pensaba que mi madre me había abandonado y que no me quería y resulta que todo era diferente a como lo había pensado. Mi madre no me abandonó y que siempre pensó en mí y mi padre me estuvo buscando. Esto me reconcilió con la vida, porque fueron muchos años en los que, inclusive, sentí rencor, rabia”.
En los últimos dos años, Ender Romay, un ginecólogo y profesor universitario de 49 años, albergó la seguridad de que su tía Ana Mercedes se hallaba con vida en algún lugar de Caracas y esta corazonada lo mantuvo en vela muchas horas frente a la computadora rastreando alguna pista en internet. Tecleaba sin cesar el nombre de Mercedes Vásquez Zambrano en Google y escudriñaba los miles de resultados en portales de personas extraviadas, guías telefónicas de páginas blancas y amarillas. “Desde que tengo uso de razón, mi mamá, lamentablemente, lloraba a una hermanita de la que fue separada, que se perdió en el tiempo, en la vida... —dice con teléfono Blackberry en la mano—. Un día cualquiera, cuando menos lo esperaba, veía una lágrima en los ojos de mi madre, que recordaba a su hermana perdida y rompía en llanto”.
Otro día, tomando café en la casa familiar del sector San Jacinto, de Maracaibo, Ender y ella volvieron a hablar del tema.
—Mamá, ¿cómo es que se llamaba exactamente tu hermana?
—Ana Mercedes Vásquez Zambrano.
“Así lo volví a buscar en Google, utilizando las comillas (“”) para filtrar los resultados y el 1 de septiembre (2010), cuando los ojos me relampaguéaban, una página web me mostró un mensaje que le enviaban a Ana Mercedes Vásquez Zambrano en 2005 y mostraba su dirección electrónica: melina1943@hotmail.com. Cuando vi el nombre completo se me pararon los pelos. El 1943 de su dirección electrónica coincidía con el año de su nacimiento y, con cautela, decidí escribirle”.
Muy noche, antes de ir a dormir, Ender redactó el mensaje, escribiendo la casilla del asunto el nombre completo de su madre: “Ana Digna Vásquez Zambrano”. En el cuerpo del texto se identificó: ‘Buenas noches. Disculpe que le escriba un desconocido. Soy Ender Romay Zambrano, hijo de Ana Digna Vásquez Zambrano, quien tiene una hermana perdida desde hace años y quien lleva su mismo nombre. Quisiera saber si se trata de usted o si al menos la conoce para contactarla. Dios la bendiga”.
En Caracas, la situación económica para Ana Mercedes y Raúl, el menor de sus tres hijos, y con quien vive en un apartamento en Caricuao, parroquia del suroeste de la ciudad de Caracas, no era la mejor, así que reponer el servicio de internet, que había sido suspendido, no era una prioridad.
El joven Raúl, amante de los deportes y la tecnología, volvió a conectarse a internet desde el apartamento el pasado 14 de abril. Frente al computador, y al lado de su mamá, revisó el correo electrónico que había acumulado más de 600 mensajes. Curioso por conocer el contenido de ésos, él fue revisando uno por uno.
—¡Mamá, mamá! ¡Mira este mensaje! —gritó antes de hacer clic para abrirlo, porque sabía, desde niño, que tenía una tía en algún lugar de Venezuela—.
—¡Ay, Raúl, ábrelo tú! —le pidió con asombro, emoción e incredulidad mientras se ajustaba los lentes para releer el nombre de su hermana en el asunto del mensaje y repetirlo en voz alta—. Ana-Digna-Vásquez-Zambrano.
A pesar de los pocos datos y los años de por medio, Ana Mercedes tampoco abandonó la búsqueda: “A toda la gente que se apellidaba Zambrano y Vásquez, yo la confesaba: ¿Y quién es tu papá? ¿Quién es tu abuelo? Toda la vida estuve orando para conseguirla. Nunca dejé que muriera la esperanza de encontrar a mi mamá y a mi hermana. La buscamos en la redes pero ella no estaba”.
Transcurrieron los meses y en Maracaibo, tras celebrar el Año Nuevo, aún Ender no había recibido respuesta. “Será que esa dirección de correo es muy vieja y la dejó de usar”, pensó muchas veces hasta que un timbre de su Blackberry anunció un nuevo mensaje.
—Mamá, si te digo de quien me acaba de escribir, te caes pa’ tras —dejó la acostumbrada taza de café que tomaba la tarde del 14 de abril en compañía de su madre sobre la mesa y miró con emoción incontenible la pantalla de su celular para leer otra vez mensaje antes de darle la noticia—. Es tu hermana. Es Ana Mercedes.
Al recordar aquel día, de hace poco más de un mes en su casa, a Ana Digna vuelven a llenársele los ojos de las lágrimas.
“Deseé siempre este encuentro. Lo anhelaba tanto —dice ahora Ana Digna sin dejar de sostener los brazos de su hermana entre los suyos y mirándola a los ojos—. Le pedí a Dios que no permitiera que me fuera de este mundo sin volverte a ver. Mi pobre madre se fue con deseos de mirarte de nuevo, pero me decía que a mí eso no me podía pasar. ‘Yo tengo que volverla a ver’, dije. Y se dio”.
Ender telefoneó de inmediato al número celular que Ana Mercedes dejó en el mensaje electrónico.
—Aló, ¿habla Ana Mercedes Vásquez Zambrano?
—Sí, ¿quién habla allá?
—Le habla su sobrino Ender Romay, écheme la bendición.
La extenuante búsqueda de tantos años había terminado para las dos hermanas, que, tras 63 años, volvieron a escucharse.
La noche del viernes, tras los abrazos y el llanto emocionado de del reencuentro, ellas comenzarían una nueva etapa en sus vidas. ¿Qué podrán decirse las hermanas después de más de seis décadas de no verse? “Tantas cosas. Tantas victorias, tantas alegrías y tantos sufrimientos, porque de eso está llena la vida —sonríe Ana Mercedes al lado de Ana Digna y con un ramillete de rosas entre las manos—. Pero lo más importante es que estoy aquí para disfrutar del abrazo de cada uno de ellos, de mi familia”.
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Fuente:
http://www.panorama.com.ve/22-05-2011/avances/testimonio-hermanas.html
Texto: Elvira Villasmil
23 Mayo 2011 | Diario Panorama | Texto: Elvira Villasmil
“Nunca perdí la esperanza de encontrar a mi hermana”
Maracaibo.- Las hermanas Ana Digna y Ana Mercedes Vásquez Zambrano se miraron a los ojos y en un abrazo borraron la distancia de 63 años que marcó sus vidas para siempre.
—¡Ya llegué! —exclamó Ana Mercedes con los brazos extendidos y una sonrisa. Abrazaba así a su hermana Ana Digna frente a familiares, amigos y viajeros en las puertas de salida del aeropuerto La Chinita, tras desembarcar, el pasado viernes en la noche, de un avión que la trajo en vuelo directo desde Caracas. Y las lágrimas corrieron por las mejillas de ambas en medio del júbilo de volverse a abrazar como lo hacían en la infancia, cuando, con cinco y ocho años respectivamente, jugaban con las muñecas en Táriba, una fértil zona agrícola del estado Táchira, donde su padres, Felicia Zambrano y José Rosendo Vásquez construyeron su hogar.
Tras dos años de intensa búsqueda en Google, Ender Romay, el mayor de los hijos de Ana Digna, hizo posible el reencuentro en 2011, luego que el padre de las hermanitas de Táriba dejara a Ana Mercedes bajo el cuidado de sus tías y se marchara a Colombia con Ana Digna y otra esposa en 1948.
Las tías paternas formaron una nueva vida a Caracas junto con Ana Mercedes y en la capital venezolana creció como huérfana, añorando volver a sentir el calor de sus padres y reencontrarse con su hermana.
“Lo más grande de todo esto es que a los 67 años he podido conseguir las respuestas que yo buscaba —reflexionó con los ojos húmedos, tomada del brazo con Ana Digna—. Siempre pensaba que mi madre me había abandonado y que no me quería y resulta que todo era diferente a como lo había pensado. Mi madre no me abandonó y que siempre pensó en mí y mi padre me estuvo buscando. Esto me reconcilió con la vida, porque fueron muchos años en los que, inclusive, sentí rencor, rabia”.
En los últimos dos años, Ender Romay, un ginecólogo y profesor universitario de 49 años, albergó la seguridad de que su tía Ana Mercedes se hallaba con vida en algún lugar de Caracas y esta corazonada lo mantuvo en vela muchas horas frente a la computadora rastreando alguna pista en internet. Tecleaba sin cesar el nombre de Mercedes Vásquez Zambrano en Google y escudriñaba los miles de resultados en portales de personas extraviadas, guías telefónicas de páginas blancas y amarillas. “Desde que tengo uso de razón, mi mamá, lamentablemente, lloraba a una hermanita de la que fue separada, que se perdió en el tiempo, en la vida... —dice con teléfono Blackberry en la mano—. Un día cualquiera, cuando menos lo esperaba, veía una lágrima en los ojos de mi madre, que recordaba a su hermana perdida y rompía en llanto”.
Otro día, tomando café en la casa familiar del sector San Jacinto, de Maracaibo, Ender y ella volvieron a hablar del tema.
—Mamá, ¿cómo es que se llamaba exactamente tu hermana?
—Ana Mercedes Vásquez Zambrano.
“Así lo volví a buscar en Google, utilizando las comillas (“”) para filtrar los resultados y el 1 de septiembre (2010), cuando los ojos me relampaguéaban, una página web me mostró un mensaje que le enviaban a Ana Mercedes Vásquez Zambrano en 2005 y mostraba su dirección electrónica: melina1943@hotmail.com. Cuando vi el nombre completo se me pararon los pelos. El 1943 de su dirección electrónica coincidía con el año de su nacimiento y, con cautela, decidí escribirle”.
Muy noche, antes de ir a dormir, Ender redactó el mensaje, escribiendo la casilla del asunto el nombre completo de su madre: “Ana Digna Vásquez Zambrano”. En el cuerpo del texto se identificó: ‘Buenas noches. Disculpe que le escriba un desconocido. Soy Ender Romay Zambrano, hijo de Ana Digna Vásquez Zambrano, quien tiene una hermana perdida desde hace años y quien lleva su mismo nombre. Quisiera saber si se trata de usted o si al menos la conoce para contactarla. Dios la bendiga”.
En Caracas, la situación económica para Ana Mercedes y Raúl, el menor de sus tres hijos, y con quien vive en un apartamento en Caricuao, parroquia del suroeste de la ciudad de Caracas, no era la mejor, así que reponer el servicio de internet, que había sido suspendido, no era una prioridad.
El joven Raúl, amante de los deportes y la tecnología, volvió a conectarse a internet desde el apartamento el pasado 14 de abril. Frente al computador, y al lado de su mamá, revisó el correo electrónico que había acumulado más de 600 mensajes. Curioso por conocer el contenido de ésos, él fue revisando uno por uno.
—¡Mamá, mamá! ¡Mira este mensaje! —gritó antes de hacer clic para abrirlo, porque sabía, desde niño, que tenía una tía en algún lugar de Venezuela—.
—¡Ay, Raúl, ábrelo tú! —le pidió con asombro, emoción e incredulidad mientras se ajustaba los lentes para releer el nombre de su hermana en el asunto del mensaje y repetirlo en voz alta—. Ana-Digna-Vásquez-Zambrano.
A pesar de los pocos datos y los años de por medio, Ana Mercedes tampoco abandonó la búsqueda: “A toda la gente que se apellidaba Zambrano y Vásquez, yo la confesaba: ¿Y quién es tu papá? ¿Quién es tu abuelo? Toda la vida estuve orando para conseguirla. Nunca dejé que muriera la esperanza de encontrar a mi mamá y a mi hermana. La buscamos en la redes pero ella no estaba”.
Transcurrieron los meses y en Maracaibo, tras celebrar el Año Nuevo, aún Ender no había recibido respuesta. “Será que esa dirección de correo es muy vieja y la dejó de usar”, pensó muchas veces hasta que un timbre de su Blackberry anunció un nuevo mensaje.
—Mamá, si te digo de quien me acaba de escribir, te caes pa’ tras —dejó la acostumbrada taza de café que tomaba la tarde del 14 de abril en compañía de su madre sobre la mesa y miró con emoción incontenible la pantalla de su celular para leer otra vez mensaje antes de darle la noticia—. Es tu hermana. Es Ana Mercedes.
Al recordar aquel día, de hace poco más de un mes en su casa, a Ana Digna vuelven a llenársele los ojos de las lágrimas.
“Deseé siempre este encuentro. Lo anhelaba tanto —dice ahora Ana Digna sin dejar de sostener los brazos de su hermana entre los suyos y mirándola a los ojos—. Le pedí a Dios que no permitiera que me fuera de este mundo sin volverte a ver. Mi pobre madre se fue con deseos de mirarte de nuevo, pero me decía que a mí eso no me podía pasar. ‘Yo tengo que volverla a ver’, dije. Y se dio”.
Ender telefoneó de inmediato al número celular que Ana Mercedes dejó en el mensaje electrónico.
—Aló, ¿habla Ana Mercedes Vásquez Zambrano?
—Sí, ¿quién habla allá?
—Le habla su sobrino Ender Romay, écheme la bendición.
La extenuante búsqueda de tantos años había terminado para las dos hermanas, que, tras 63 años, volvieron a escucharse.
La noche del viernes, tras los abrazos y el llanto emocionado de del reencuentro, ellas comenzarían una nueva etapa en sus vidas. ¿Qué podrán decirse las hermanas después de más de seis décadas de no verse? “Tantas cosas. Tantas victorias, tantas alegrías y tantos sufrimientos, porque de eso está llena la vida —sonríe Ana Mercedes al lado de Ana Digna y con un ramillete de rosas entre las manos—. Pero lo más importante es que estoy aquí para disfrutar del abrazo de cada uno de ellos, de mi familia”.
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Fuente:
http://www.panorama.com.ve/22-05-2011/avances/testimonio-hermanas.html
Texto: Elvira Villasmil
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