Todas las conspiraciones llevan al petróleo ¿Quién es Pedro Mario Burelli?
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Todas las conspiraciones llevan al petróleo ¿Quién es Pedro Mario Burelli?
Todas las conspiraciones llevan al petróleo ¿Quién es Pedro Mario Burelli?
Foto ©la-tabla.blogspot.comVíctor Hugo Majano / Ciudad CCS
VHM |.- Como los caminos conducen a Roma, en el caso de Venezuela todas las conspiraciones conducen a Pedro Mario del Niño Burelli Briceño y a sus nexos con el negocio petrolero global y la banca especulativa, llamada de inversión.
Ayer se develó que es el creador del plan que degeneró en la violencia callejera iniciada en febrero y que ahora apunta sin disimulo al asesinato del presidente venezolano.
Semanas atrás el ministro del Interior, Miguel Rodríguez Torres, había descubierto el papel de Burelli en la organización de la Fiesta Mexicana, un encuentro de jóvenes venezolanos para articular un movimiento con un plan para derrocar al gobierno del Comandante Hugo Chávez.
En esa oportunidad actuó como enlace entre el abogado y agitador de derecha Gustavo Tovar Arroyo y el banquero fugitivo Eligio Cedeño, quien aportó los recursos para la reunión realizada a fines del año 2010.
LA RUTA DEL PETRÓLEO
Burelli Briceño vive en McLean, un lugar del condado de Fairfax en el estado de Virginia, (cercano a la capital estadounidense, Washington) al menos desde 1999.
Se fue de su residencia en un bucólico sector de El Hatillo, (un suburbio de Caracas) no tanto por el ascenso de Hugo Chávez al poder, sino porque en octubre de 1998 renunció a su trabajo.
Y su trabajo era en la estatal petrolera Pdvsa, nada menos que como director externo, designado en 1996 por el propio presidente venezolano de ese entonces, el socialcristiano Rafael Caldera.
Pedro Mario le renunció a Caldera con una carta porque no pudo lograr que lo recibiera.
Y lo hizo porque el Gobierno, como accionista de la petrolera, decretó un dividendo adicional, es decir, exigió el pago de su ganancia como propietario.
A su juicio, aunque era ganancia, los recursos de ese dividendo ya estaban comprometidos para inversiones, según dijo en una entrevista publicada por el diario El Nacional.
Su visión de la industria implicaba incluso una postura aún más a la derecha de la ya extremista que se expresaba en la apertura petrolera.
Pronosticaba una catástrofe operativa de la petrolera debido al cobro de las ganancias.
SÍ A LA VENTA DE PDVSA
Burelli también se confesó en la entrevista como partidario de la venta de acciones de Pdvsa en el mercado de capitales.
“Me inclino más por la posición de que la venta de Pdvsa se haga, fundamentalmente, para dotar a la empresa de los recursos que hacen falta para acometer su plan de inversión, y pueda acudir al mercado de capitales con el propósito de levantar no deuda sino capital, y como segunda consecuencia, para apoyar al Estado en sus responsabilidades de control sobre la empresa”, respondió con honestidad (¿o descaro?) a la pregunta.
Luego agregó que la idea de vender acciones podría impedir o actuar de contrapeso a un “cambio de prioridades” para la industria por parte del Estado.
Sin duda Burelli había pretendido adelantarse a las nuevas prioridades de carácter social que el próximo presidente le imprimiría al gigante de la energía.
Asimismo se pronunció en contra de la política de recortes de producción, la cual entraba en contradicción con los planes de expansión derivados de la apertura, “que desde un principio planteaba un enfrentamiento con nuestros socios de la OPEP”.
JP MORGAN Y LA DEUDA VENEZOLANA
Entre los antecedentes de Burelli Briceño está su paso como jefe de la banca de inversión y calificadora de riesgo JP Morgan, para América Latina.
En 1993, cuando el gobierno de Carlos Andrés Pérez estaba a punto de derrumbarse, fracasó la colocación de una emisión de bonos venezolanos.
Dicho fracaso fue atribuido a decisiones impulsadas por Burelli Briceño, cuyo padre, Miguel Ángel Burelli Rivas, participaba en un grupo de “notables” que exigían la renuncia de Pérez.
Ante la pregunta sobre lo que realmente había ocurrido, el banquero se limitó a responder: “Ese incidente se aclaró, para satisfacción de todos”. Y lo repitió tres veces ante la pregunta reiterada.
Advirtió sobre la independencia de las actuaciones suyas con respecto a las de su padre. Pero quizá olvidó la anécdota, contada por Alfredo Tarre Murzi en su libro Gracias a ti, referida al papel de mensajero de los intereses petroleros gringos que cumplió Burelli padre, embajador en EEUU, a solo días de la nacionalización en 1975.
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Conexiones
Pedro Mario Burelli Briceño nació hace 56 años, siendo el único varón de la pareja formada por Miguel Ángel Burelli Rivas y María Briceño Picón, hija del destacado escritor Mario Briceño Iragorry.
Está casado con Cristina Vollmer, integrante de una de la oligárquicas familias de la burguesía venezolana con intereses en la banca y la industria.
Realizó estudios de Ciencias Políticas en la University of Southern California. Y posteriormente hizo un máster en Administración Pública (MPA) en la Escuela de Gobierno Kennedy en la Universidad de Harvard, la misma donde estudió Leopoldo López.
De allí la soltura con la que ha asumido el papel de gestor u operador político entre los factores pretendidamente decisores de las capas más tradicionales de la burguesía local. Y tiene la última palabra.
Whitaker conoció en Caracas la guarimba y le gustó
A Kevin Whitaker Caracas, la capital venezolana, no le es extraña y quizás la guarimba tampoco.
Desde 2005 y hasta 2007 se convirtió en el jefe adjunto de la misión estadounidense en Venezuela, mientras William Brownfield era el embajador.
Fue justamente en ese período cuando Brownfield dio cuenta de las tareas que hacía su gobierno para desestabilizar al gobierno de Chávez. Y ese informe fue interceptado y revelado entre los cables de Wikileaks.
Sin duda, parte esencial de ese informe y de las actividades allí registradas habrán sido ejecutadas por el adjunto Whitaker, mientras su jefe visitaba comunidades pobres para expresar la preocupación del Gobierno de EEUU por el pueblo venezolano.
En ese contexto, el discreto diplomático debe haber conocido ese modelo de protesta violenta que llamaban guarimba.
El modelo le gustó y ahora, en 2014, no duda en ofrecerle el apoyo de su gobierno, a quienes así pretenden derrocar al de la nación sudamericana.
Nacido en Virginia, Whitaker es considerado en Washington como uno de los funcionarios que más conoce la región.
Hasta su designación como embajador en Colombia se desempeñaba como subsecretario de Estado para América del Sur.
Antes estuvo tres años como jefe de Asuntos Andinos también en el Departamento de Estado.
La mayor parte de su experiencia ha sido en América Latina. Sus primeras misiones incluyeron a servir como oficial de mesa de El Salvador y Francia, además de trabajar como oficial político en Jamaica y Honduras.
De 2002 a 2005, Whitaker encabezó el Escritorio de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado. Durante una visita a La Habana en diciembre de 2002, se reunió con los llamados disidentes y fue expulsado por el Gobierno de la isla.
Es hijo de un oficial de carrera del Ejército, el teniente coronel Malvern Whitaker. Y asistió a la Universidad de Virginia, donde se graduó con un BA en el año 1979.
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Fuente: Diario Ciudad CCS
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Foto ©la-tabla.blogspot.com
VHM |.- Como los caminos conducen a Roma, en el caso de Venezuela todas las conspiraciones conducen a Pedro Mario del Niño Burelli Briceño y a sus nexos con el negocio petrolero global y la banca especulativa, llamada de inversión.
Ayer se develó que es el creador del plan que degeneró en la violencia callejera iniciada en febrero y que ahora apunta sin disimulo al asesinato del presidente venezolano.
Semanas atrás el ministro del Interior, Miguel Rodríguez Torres, había descubierto el papel de Burelli en la organización de la Fiesta Mexicana, un encuentro de jóvenes venezolanos para articular un movimiento con un plan para derrocar al gobierno del Comandante Hugo Chávez.
En esa oportunidad actuó como enlace entre el abogado y agitador de derecha Gustavo Tovar Arroyo y el banquero fugitivo Eligio Cedeño, quien aportó los recursos para la reunión realizada a fines del año 2010.
LA RUTA DEL PETRÓLEO
Burelli Briceño vive en McLean, un lugar del condado de Fairfax en el estado de Virginia, (cercano a la capital estadounidense, Washington) al menos desde 1999.
Se fue de su residencia en un bucólico sector de El Hatillo, (un suburbio de Caracas) no tanto por el ascenso de Hugo Chávez al poder, sino porque en octubre de 1998 renunció a su trabajo.
Y su trabajo era en la estatal petrolera Pdvsa, nada menos que como director externo, designado en 1996 por el propio presidente venezolano de ese entonces, el socialcristiano Rafael Caldera.
Pedro Mario le renunció a Caldera con una carta porque no pudo lograr que lo recibiera.
Y lo hizo porque el Gobierno, como accionista de la petrolera, decretó un dividendo adicional, es decir, exigió el pago de su ganancia como propietario.
A su juicio, aunque era ganancia, los recursos de ese dividendo ya estaban comprometidos para inversiones, según dijo en una entrevista publicada por el diario El Nacional.
Su visión de la industria implicaba incluso una postura aún más a la derecha de la ya extremista que se expresaba en la apertura petrolera.
Pronosticaba una catástrofe operativa de la petrolera debido al cobro de las ganancias.
SÍ A LA VENTA DE PDVSA
Burelli también se confesó en la entrevista como partidario de la venta de acciones de Pdvsa en el mercado de capitales.
“Me inclino más por la posición de que la venta de Pdvsa se haga, fundamentalmente, para dotar a la empresa de los recursos que hacen falta para acometer su plan de inversión, y pueda acudir al mercado de capitales con el propósito de levantar no deuda sino capital, y como segunda consecuencia, para apoyar al Estado en sus responsabilidades de control sobre la empresa”, respondió con honestidad (¿o descaro?) a la pregunta.
Luego agregó que la idea de vender acciones podría impedir o actuar de contrapeso a un “cambio de prioridades” para la industria por parte del Estado.
Sin duda Burelli había pretendido adelantarse a las nuevas prioridades de carácter social que el próximo presidente le imprimiría al gigante de la energía.
Asimismo se pronunció en contra de la política de recortes de producción, la cual entraba en contradicción con los planes de expansión derivados de la apertura, “que desde un principio planteaba un enfrentamiento con nuestros socios de la OPEP”.
JP MORGAN Y LA DEUDA VENEZOLANA
Entre los antecedentes de Burelli Briceño está su paso como jefe de la banca de inversión y calificadora de riesgo JP Morgan, para América Latina.
En 1993, cuando el gobierno de Carlos Andrés Pérez estaba a punto de derrumbarse, fracasó la colocación de una emisión de bonos venezolanos.
Dicho fracaso fue atribuido a decisiones impulsadas por Burelli Briceño, cuyo padre, Miguel Ángel Burelli Rivas, participaba en un grupo de “notables” que exigían la renuncia de Pérez.
Ante la pregunta sobre lo que realmente había ocurrido, el banquero se limitó a responder: “Ese incidente se aclaró, para satisfacción de todos”. Y lo repitió tres veces ante la pregunta reiterada.
Advirtió sobre la independencia de las actuaciones suyas con respecto a las de su padre. Pero quizá olvidó la anécdota, contada por Alfredo Tarre Murzi en su libro Gracias a ti, referida al papel de mensajero de los intereses petroleros gringos que cumplió Burelli padre, embajador en EEUU, a solo días de la nacionalización en 1975.
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Conexiones
Pedro Mario Burelli Briceño nació hace 56 años, siendo el único varón de la pareja formada por Miguel Ángel Burelli Rivas y María Briceño Picón, hija del destacado escritor Mario Briceño Iragorry.
Está casado con Cristina Vollmer, integrante de una de la oligárquicas familias de la burguesía venezolana con intereses en la banca y la industria.
Realizó estudios de Ciencias Políticas en la University of Southern California. Y posteriormente hizo un máster en Administración Pública (MPA) en la Escuela de Gobierno Kennedy en la Universidad de Harvard, la misma donde estudió Leopoldo López.
De allí la soltura con la que ha asumido el papel de gestor u operador político entre los factores pretendidamente decisores de las capas más tradicionales de la burguesía local. Y tiene la última palabra.
Whitaker conoció en Caracas la guarimba y le gustó
A Kevin Whitaker Caracas, la capital venezolana, no le es extraña y quizás la guarimba tampoco.
Desde 2005 y hasta 2007 se convirtió en el jefe adjunto de la misión estadounidense en Venezuela, mientras William Brownfield era el embajador.
Fue justamente en ese período cuando Brownfield dio cuenta de las tareas que hacía su gobierno para desestabilizar al gobierno de Chávez. Y ese informe fue interceptado y revelado entre los cables de Wikileaks.
Sin duda, parte esencial de ese informe y de las actividades allí registradas habrán sido ejecutadas por el adjunto Whitaker, mientras su jefe visitaba comunidades pobres para expresar la preocupación del Gobierno de EEUU por el pueblo venezolano.
En ese contexto, el discreto diplomático debe haber conocido ese modelo de protesta violenta que llamaban guarimba.
El modelo le gustó y ahora, en 2014, no duda en ofrecerle el apoyo de su gobierno, a quienes así pretenden derrocar al de la nación sudamericana.
Nacido en Virginia, Whitaker es considerado en Washington como uno de los funcionarios que más conoce la región.
Hasta su designación como embajador en Colombia se desempeñaba como subsecretario de Estado para América del Sur.
Antes estuvo tres años como jefe de Asuntos Andinos también en el Departamento de Estado.
La mayor parte de su experiencia ha sido en América Latina. Sus primeras misiones incluyeron a servir como oficial de mesa de El Salvador y Francia, además de trabajar como oficial político en Jamaica y Honduras.
De 2002 a 2005, Whitaker encabezó el Escritorio de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado. Durante una visita a La Habana en diciembre de 2002, se reunió con los llamados disidentes y fue expulsado por el Gobierno de la isla.
Es hijo de un oficial de carrera del Ejército, el teniente coronel Malvern Whitaker. Y asistió a la Universidad de Virginia, donde se graduó con un BA en el año 1979.
| Víctor Hugo Majano / Ciudad CCS
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